La barraca ha sido la vivienda típica de la huerta murciana. Su bajo coste ha sido quizás la clave de su proliferación. Sus muros están levantados de atobas o adobe, una mezcla de paja y barro, y su techumbre, a dos aguas, era de cañas y barro.
Su interior se solía articular en dos estancias o cuartos. La primera era en la que se encontraba el fogarín o cocina, la chimenea, el tinajero y el jarrero (rincón más hermoso de la casa del huertano). En el segundo, más al fondo se encontraba la habitación. Que solía tener alguna ventana.
Lo reducido de su espacio se debe a las buenas condiciones climáticas de la zona, por lo que la vida se solía desarrollar en el exterior de la barraca. Los rebancos en la puerta y la parra no solían faltar.
También estaban el pesebre para los animales, el horno moruno de forma circular en el que se hacía el pan.
Las barracas solían estar coronadas por una cruz de madera o metal, símbolo de la religiosidad popular de la huerta.
Así, estas casas típicas se insertaban en el vergel que era la Huerta de Murcia, escondidas entre los limoneros y naranjos con su suave olor a azahar. Para hacerse una idea certera es recomendable visitar la Barraca de Alcantarilla.
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